Cementerio de aire


Cuando abrí los ojos supe que olía a muerte, el despertar de ese estado noctámbulo me había impregnado para siempre de unos aromas en descomposición que proliferaban de mi cuerpo, acumulados por siglos en ese lugar que inmediatamente supe que carecía de ventilación. Sin darme cuenta cuando fueron hechas, descubrí que tenia heridas que posibilitaron inquietarme y moverme de ese baúl.
Trabajé con naturalidad mi impresión sensible a los malos olores, que impregnaos en la piel no se soltaban, lo cual a duras penas me proporcionó un grado de concentración, luego logré una tolerancia a la incomodidad que me brindó paciencia. Recursos básicos que me valieron para sobrevivir mientras salía de ese mueble. Al final resultó fructífera la salida, alimentándome de mi sangre cristalizada me di un poco de fuerza, bruta, y logre escapar.
Si recuerdo bien, cuando salí de ahí, me encontré con un cementerio que cumplía, en el sentido de inspirar peligro. Era mucho menos seguro y oscuro que el baúl, pero contaba con espacios amplios que inducieron a desplazarme. Poseían pequeñas estancias iluminadas que cubrían de las lluvias.
El mal tiempo era frecuente y rara vez salía el sol, pero la luna siempre acompañaba la vigilia. En esos momentos de espera se me revelaron unos antiguos amigos que habían transitado similares lugares, mucho tiempo antes, después entendí sus recomendaciones que me eran dichas en una lengua extraña.
El lugar una vez atisbado de insectos permitían la compañía. Ya contemplado los sectores mas alejados del cementerio perdía la memoria de golpe. Todo arraigo al lugar dejaba mucho que desear, yo apestaba y las tumbas también, lo que me dio el animo para ascender mi nariz y revisar el cielo, confundirme un rato y con el cuerpo ojearlo.
A pesar de esta gratas ambulaciones que perdí, sé que el cementerio fue mentira, al igual que las heridas. La sangre era sangre, pero su alimentación mi voluntad. El cementerio fue lo que asemejó el cuerpo por obstinación de autonomía. Lo que se le enseñó fue una historia que no le corresponde a él, la contención de sus músculos. Las heridas obstruyeron la contemplación y dominaron los afluentes sanguíneos. Los tendones apretados dejaron sin eficacia la anestesia.
Las realidades historizadas se ocultaron por el hambre de las vísceras, o algo así, para abrirle los ojos al sueño, a entrarse en la mentira, a deformarla, jugarla y entorpecer las trampas que habían en sus pedestales, como todo castillo construido en el aire.
Como las formas que toman las nubes cuando se tejen una tras otra creando, según el animo, objetos que invaden el cielo desperté. Así quedaron en mi incrustadas las lanzas que aflojaron los músculos y que el paso del tiempo se encargó de endurecerlos. Sin embargo, las siento ahí, a las armas de guerra que siguen actuando, que oxidaron y templaron mi sistema inmunológico, que estimularon daños irreversibles y una notable fuerza defensiva.

Comentarios

samsa dijo…
estupendo blog, mi mas sincera enhorabuena

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