Auto cesionario de Paig White

escultura Biomorfica (Jean Arp)

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La masturbación inicial con que se presenta Paig White consigo es calmada, sinuosa, ella virgen plana, sutil en sus tocaciones simbólicas, las imágenes invisibles que seducen a sus vertebras redondeadas con dedos que calientan al frió, a los Alemanes y además no alude, apela, no se dirige directamente a su centro reproductor, se acaricia desde lejos.

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Los movimientos están repartidos, nunca condensados en los fluidos vaginales, sino a sus manos, brazos, dedos, parte del corazón, y sobre todo, su clítoris auditivo donde el consolador dispone del lenguaje, donde es en el lenguaje, el lirico. Su erotismo es autoimplicito, se escucha por dentro.
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Ella envicia el silencio apoderandolo, acariciando a la distancia sus muslos, con aproximaciones desprovistas de amabilidad, de a golpecitos pasivos, asegurando una violencia controlada a sus propios males. Envuelta en el movimiento interpretativo del acosador, que son sus propios recursos auditivos. Su punto de agarre es el condón de escribir, el Bolígrafo, placer inscrito.

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En primera instancia masturbadora cumple un rol hilador de las manos adormecidas, ya franqueadas, desesperadas, con las de su sucia castidad, inofensiva. Ella, su majestad, masoquista pasiva y voyeurista que nos mira haciendo ojitos, masturbándose con su sonrisa blanquecina.

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La Paig White de cuerpo extenso, de suavidad compleja masajea sobre los dedos, en solo un bosquejo de placer, el preámbulo son las vueltas cariñosas con que se oscurece un poco el papel, para que no deslumbré a primera vista.

El coqueteo va a condicionar sus poses, la colocación posterior en el nido de amor, las perspectivas politicas sexuales; el sadismo o la pragmática, retórica o poética se desafían en puntos de inclinación o líneas de vistas, devenires duros, fugas, filosofía del tocador o de escritorio sin calefacción.

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la posición pasional del lápiz o derechamente la oposición irremediable del tapiz decorador del interior. Toda una novela bajo unos dedos desafíantes. Un griterio de imaginación superó a todos los quejidos hedonistas.

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Una vez pasada esta etapa de reconocimiento y exploración, la mano es la primera en caer sobre Paig, de entrar en la zona sensible, Va a atacar. Una vez dentro y pasmada por el roce fortuito, la izquierda, la manuscrita, la transpirada, mojada ante la experiencia, comienza a acelerar. Se apura en sus ritmos, su inspiración atraviesa el tacto, hinchada por la tensión de la danza receptiva de la ya manoseada plana hoja, la zurda se hunde en errores, sus movimientos son sobrepasados por el pulso cardíaco, necesita volver a entablar relación cerebral, ordenar sus trazados, volviendo atrás.

Recuperar y repetir los segundos con sangre acumulados en el pulgar. Se detiene agotada y se levanta a retomar confianza escuchando su latir. Aprieta el corazón como también el grafito, dando con presión al callo del dedo medio sacude los labios interiores. Por fin decide contra atacar, como volviendo a bajar sobre unos trigos desparramados en un territorio de alta mar, dispuesto a encontrar los alfileres que enganchó y a tirarlos hasta pronunciar sus heridas.

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El histrionismo humedecido del índice, aprendiz y consumido de apretar sus huellas, se deja marcar por el recorrido en clave el cual permite el libre desenvolvimiento de las secuelas de los movimientos, atrofiados. Que ya al parecer es historia, ya fue... porque acabó con toda propensión de conseguir su área erótica o dramática. La histérica, neurotica oportunidad de ejercitar la punción lápiz-papel acabó, el chance de pronunciar lo no comulgado, finalizó. La ensordecedora dama, Paig White, no hace más que callar. Se terminó, el espectáculo, cayó en coma.

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Calmadas las animas que rodean el rito, no por eyacular, su mal final, sino porque aún no se ha dicho nada. Nada que rescatar de la zona de contacto, de la muda. Hay que decir que no se dijo, hay que volver a empezar se preguntarán. Si las presas y los anzuelos no se han apareado en el silencio, si no habló callada no hay razón para acabar. La razón está entregada, esta retirada del cesionario.